Hace algún tiempo me sentí atraído por la BMC Teammachine después de verla rodar y en una Expo. El caso es que un día pasé por la tienda Tecnobike que vendía esa marca en la zona de Polanco —aparentemente ya cerró—. El encargado muy atento me mostró varios modelos, pero yo le insistí que quería una bicicleta de mi talla y él, en lugar de medir mi entrepierna o preguntarme mi medida, se puso a suponer un poco, llegó a la conclusión de que yo era un cuadro 55. Me dijo:
—Aquí tengo un cuadro 55 ahora se lo muestro —fue a la bodega por él.
Lo que sacó fue un cuadro de fibra de carbono partido a la mitad, si, en dos partes. Muy orgulloso. Me puso a pensar no sólo en la desgracia para la bicicleta, si no para su tripulante, también me permitió descubrir la delgadez de las paredes de los tubos, que BMC pone una nervadura central en los mismos y que una bici de fibra de carbón así vista, es un juguete de plástico.
No sólo no es la mejor manera de convencer a un cliente para que gaste $70,000.00 pesos en una bicicleta de alta gama, además, es la peor manera de convencer a nadie de que se suba a la bici que sea.